sábado, 13 de septiembre de 2008

Letal disparo de Contador

Letal disparo de Contador

(Ciclismoafondo.com) De Madrid al cielo hay 1560 metros. Los que se suman en los más alto del Angliru. Terra mítica, pero no valenciana. Asturiana. El olimpo. Conquistado por el Zeus del ciclismo, Alberto Contador. Y con un solo hachazo. Pero que vale por dos. Etapa y liderato. Mortal, como acostumbra. En la etapa reina de la vuelta, sus balas descargaron contra todos. Pero con diferente alcance. Para el final reservó su mejor disparo. Y con un escenario elegido. La Cueña les Cabres, donde la pendiente máxima alcanzaba el 23%. Descomunal. Cuando pasó el infierno, Contador remachó. Un ataque que vale una Vuelta. "Victorias como estas hay pocas", subrayó en meta el ganador. Como la suya, ninguna.

La primera bala que el madrileño disparó fue en el descenso del Alto del Cordal. Indirecta. Carlos Sastre ya había avisado de que aquella podía ser una bajada peligrosa si llovía. Pero no caía agua. El que se derrumbó fue el Euskaltel- Euskadi. Mikel Astarloza y Amets Txurruka se desfondaron en la subida del puerto que anunciaba el Angliru. Por la defensa honrosa del liderato imposible de retener de Egoi Martínez. Y por Igor Anton. EL supersticioso. Hoy era día 13. Mala suerte. El cuerpo se le había colmado de nervios. Al Angliru quería llegar bien posicionado. Con las piernas bien puestas. Pletórico. Pero no. Las piernas las tenía enteras. La rueda trasera no. En el descenso del Cordal se comió el quitamiedos. Y se quedó con el terror dentro. Y la clavícula rota.

Por culpa de asomarse al balcón del cordal, que disipaba a lo lejos las nieblas altas que cada vez cerraban más el Alto del Angliru. Le vino a la cabeza Roberto Heras, al Chaba Jiménez. Sus ídolos. Nervios. Adiós a la Vuelta. A la que se ha vuelto a reenganchar Alejandro Valverde. Al murciano le tocó lidiar con la bala más cargada de Alberto Contador. Para ello, contó con un ejército, el del Caisse d' epargne que llegó impoluto a los pies del Angliru. Aguerridos. Con Alberto Contador y Levi Leipheimer, Carlos Sastre, Oliver Zaugg, Robert Gesink y Davide Rebellin aguantaban el ritmo del Astana. Eran musas. Para ellos, el Angliru no escatimó en terreno. Era un día para dioses. Para subir al olimpo. El del ciclismo. Con ellos viajaba también el conjunto de Eusebio Unzue. Con Valverde y Joaquim Rodríguez, escudos de protección. Dani Moreno, Alberto Losada.

Valverde aguanta
El murciano tenía su día. Como todos, o casi todos. Se olvidó de la pesadilla de Suances y se plantó en los últimos trece kilómetros, cuando la carretera se empinaba al máximo. Destino, el olimpo. ¿Qué era eso? Eso era el Angliru. Día reservado para todopoderosos. Valverde se comportó como un Semidios. Aguantó hasta las infernales rampas de la Cueña les Cabres. Contador le dejó visitar a Venus, la diosa de las catacumbas momentos después de sufrir para aguantar a sus piernas. En Llagos había soltado a Sastre. Lo despidió de la Vuelta. Pasado. Pero el abulense puso en marcha su motor diesel. A su ritmo. Sin nervios. Los tuvo a 23 segundos, pero Valverde tensó a Contador. Primer test para el madrileño. Y para Valverde. Certificado de calidad. Recuperado.

Valverde y Joaquim Rodríguez mandaron en las duras rampas de Les Cabanes, pero en los Picones, el murciano se retrasó. Joaquim Rodríguez quedaba en la recámara. Aupado. El catalán apenas pudo aguantar el compás de Contador. El dios del Angliru. Entre las tinieblas de la Cueña les Cabres, la zona más dura de la subida, Contador pasó solo. Y sentado. Apenas tuvo tiempo de levantarse. Ni siquiera miró atrás. De la catacumbas al cielo. Coronado. El Zeus madrileño vestido de oro. Rey del Olimpo. Del ciclismo.

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