viernes, 22 de mayo de 2009

Giro 13 era Etapa. 1,2,3era para Mark Cavendish



(ciclismo a fondo) No hay dos sin tres. Al menos eso es lo que debe pensar el británico Mark Cavendish, que este viernes se llevó su tercera victoria en el presente Giro de Italia tras imponerse al sprint en la 13ª etapa, con final en Florencia.

No hay nada mejor para celebrar una entrada en años que una demostración de superioridad desmesurada. Símbolo de plena condición. Intimidación de que el instinto, aunque viejo, sigue siendo óptimo. En el caso de Cavendish la longevidad no se comprende. No todavía. Pero las demostraciones sí. Las hace suyas cada vez que las carreteras se convierten en interminables rectas con remates en el confín de las tierras, allá donde las fuerzas flaquean y las piernas explotan. Las del británico no, a pesar de haberles sumado 23 años de identidad. Se los añadió ayer, bisoño, mientras rodaba en la contrarreloj. Terreno desconocido para él. Es la cuenta que se añade a su carnet, el plástico que señala su zagal juventud. A la que poca importancia le da. A esa solo puede sumarle un número cada 365 días. Por eso mira más a su palmarés. Al que puede añadir victorias casi al ritmo de los días. Contrariedad especuladora. Once triunfos lleva ya conquistados en los cinco primeros meses del año 2009, casi el mismo número de etapas, trece, que ha fundido el Giro de Italia con su llegada a la renacentista ciudad de Florencia donde el sprinter isleño bailó entre las aguas del río Arno para estrenar su nueva edad, que no su cuenta de victorias. Renacimiento pleno.

Se vio obligado el británico del enrachado Columbia-High Road ha posponer la celebración de su cumpleaños. Fiesta aplazada por incompatibilidad de terreno. No era suelo de buen agrado para Cavendish los acantilados rocosos de Riomaggiore. Tampoco las calas escondidas de Corniglia. Mucho menos el agolpamiento opresivo de las viviendas en Manarola, los vertiginosos balcones naturales de Vernazza ni las escolleras artificiales del golfo de Monterosso. Los desniveles plagados de curvas le marean. Fue con esa determinación, impuesta por las cinco tierras en las que el Giro experimentó su primera jornada crucial en la duodécima etapa, por lo que decidió prorrogar en 24 horas su festejo. Tiempo suficiente para montar su infraestructura, escasa pero efectiva: un tren con vías entre las colinas de la Toscana y con estación en Santa Maria Novella, punto de parada de las locomotoras que llegan hasta Florencia. Fue allí,a escasos 150 metros para el final, donde frenaron las máquinas propulsoras del engranaje de Cavendish. Edvald Boasson Hagen y Marco Pinotti soltaron sus bisagras del vagón británico para que desatara su ataque renacentista.

Tres escapados
Poco antes el propio Cavendish había dictado sentencia con su sola mirada a Juan José Haedo, subalterno velocista durante toda la corsa rosa, que buscaba con ahínco un hueco por el que respirar el aire de un sprint. Los ojos de Cavendish, de impulso dirigente le revelaron la respuesta. Sin necesidad de habla. Instinto mandatario el del británico. Igual que la familia Médici, dueña de la Florencia más esplendorosa desde el siglo XIV hasta el XVI. Edad de oro que situó a la ciudad italiana como la referencia del arte mundial. Lo mismo hace Mark Cavendish ahora. Puro arte. Pero él, a diferencia de Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel o Sandro Boticcelli. Santos y señas sublimes de la estética ciudad, no se toma años de trabajo para crear sus obras. Le basta con 150 metros para dar cuenta de las dotes pintorescas que posee. Pura inspiración. Así, con esa mirada juiciosa fruto del espejo revelador de sus virtudes dominadoras, como si de un gobernador con apellido mediceo se tratara, afligió a Haedo, desterrado y cerró el paso de Hunter y Tyler Farrar, después de que su equipo trabaja constante durante los 175 kilómetros anteriores para prepararle el sprint a su hombre rápido. Apresurado el estadounidense del Garmin-Slipstream, pero no veloz.

Se empeñó el Garmin en echar abajo la escapada del bravo Mikhail Ignatiev, que desde el kilómetro 12 de la jornada formó parapeto de defensa junto a Leonardo Scarselli y Björn Schröeder. Avanzaron entre las colinas de la Toscana hasta que el alemán del Milram, ante la vivaz marcha del pelotón, decidió marcharse en solitario. Quiso llegar antes de tiempo al escenario preparado ya para la celebración del cumpleaños de Cavendish, y aguarle así la fiesta. Impensable. El Columbia, con la alianza del Garmin echaron abajo su intento. Sonaba ya el canto de la felicitación, atrasada en un día para el británico. Despojado de sus compañeros en los últimos 150 metros, encontró en Petacchi el único rival honrado. El italiano encarnó la figura de Girolamo Savonarola, el fraile que con sus extravagantes y polémicos discursos puso en jaque la supremacía y el dominio de los Médicis en Florencia. Triste y presagiado final el suyo. El clérigo acabó quemado en la hoguera que Lorenzo de Médicis organizó para su ejecución en la Plaza de la Signoria florentina. Por haberse atrevido a cuestionar el liderazgo del mecenas. Le sucedió lo mismo a Petacchi, quemado ante la velocidad mandataria de Mark Cavendish.

No hay comentarios: